El Telégrafo – Cultura

“El Grill de César era darlo todo”

Darío Aguirre es el director y protagonista de su segundo largometraje. El filme ha logrado varios premios fuera.

Darío Aguirre (Guayaquil, 1979) tenía 12 años viviendo en Alemania cuando recibió una llamada telefónica de sus padres para pedirle ayuda y poder salvar ‘Los pinchos de César’ (Ambato), el negocio familiar que estaba en quiebra.

No estaba seguro de cómo enfrentar la situación. Él era quien su padre esperaba se hiciera cargo del restaurante, pero estaba radicado en Alemania y, además -ahora también-, era vegetariano. Su duda sobre cómo enfrentar aquella llamada llegó a tal punto que decidió que la única manera de descubrir el camino que debía seguir era documentándolo todo. Una llamada fue el inicio de El Grill de César, una película en la que Darío Aguirre explora la relación que tiene con sus padres a pesar del riesgo de la exposición.

El Grill de César tuvo su estreno mundial en la competencia del prestigioso festival Visions du Reel, en Nyon, Suiza. En Ecuador, la corporación Cinememoria prepara su estreno en Guayaquil y Quito – y otras ciudades están por confirmar – el próximo 10 de abril. Hubo quienes ya tuvieron la suerte de verlo, en mayo de 2014 cuando se inauguró el 13º Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine (EDOC) en esas urbes. En este encuentro ganó el Premio del Público y recibió los aplausos de los espectadores junto a su papá, César, el protagonista del filme.

El cine como exploración

Darío Aguirre viajó a Alemania en diciembre del 99.Estaba incómodo con la inestabilidad del país. Pero lo que lo movía para viajar no era el recordado feriado bancario que se aproximaba, era el amor por una chica alemana; además, buscaba estudiar pintura y música. Poco a poco se fueron modificando sus planes. En Alemania ve la oportunidad de estudiar cine, lenguaje en el cual – piensa – podría conjugar todo lo que le gustaba: las composiciones estéticas, la música con textos, diálogos. Darío Aguirre ve en el cine una forma de explorarse.

La migración, por ejemplo, es un elemento con el que está vinculada su búsqueda personal. El cineasta asegura que, en su trabajo, la migración – específicamente – ha tenido mucho que ver en buscar una forma de expresión que se acoja a lo que está viviendo en el extranjero. “En el proceso de estudios me di cuenta de que era una forma de reflexión en relación al desarraigo que estaba viviendo y a la adaptación a ese nuevo país”, dijo Aguirre en una entrevista con este diario desde Bezirk Altona, en Alemania.

En El Grill de César lo más complicado – según Aguirre – fue mantener la distancia entre pensar desde la dirección del filme y la situación emocional a la que se enfrenta. Para Aguirre, hacer esta película era también poder pasar un tiempo con su familia, a la que ahora veía desde la distancia. Salvar el restaurante se convierte en su primer proyecto común. Poco después, su madre enferma de gravedad y, en ese momento, salvar el restaurante se convierte en algo prioritario, porque es la única posibilidad para poder pagar el tratamiento. Rodar lo ayudó a procesar todo lo que estaba pasando. “Lo que fue más difícil era lo mejor que me podía pasar”, afirmó Aguirre.

Con el proceso de edición, la relación que retoma y fortalece con su padre es una reconstrucción de la realidad, a la que le agrega una dramaturgia que se incrementa en determinados casos con el valor de la música o las animaciones del filme.
Para Aguirre, esta película era dar el todo. “Para mí, la exposición es por capas, El Grill de César es una de esas capas de mi personalidad. En Cinco caminos a Darío -su primer documental- mostré otra capa. Pienso que nunca te vas a exponer totalmente. Pienso qué tanto me expongo, y más que nada, veo que es como un experimento de autoconocimiento, esa es la razón de mi cine”.

En Silencio en la tierra de los sueños, del manabita Tito Molina, también se explora esa relación con los padres. En este filme, en cambio, los hijos están ausentes. Hay un teléfono que la protagonista marca sin que nadie conteste nunca del otro lado, hasta que ya es demasiado tarde. Aguirre considera que este es un síntoma de que “nacimos en el mismo país”. El cineasta concibe esas experiencias personales como una muestra de que “no somos tan individuales como tratamos de ser. Es algo que se repite, pero, como no lo comunicamos, pensamos que no pasa”. Las relaciones humanas son siempre historias universales.